Pensamientos aleatorios

miércoles, 18 de mayo de 2016

La otra amiga tóxica: la ansiedad

Pues bien, ha llegado el momento de describir a mi ansiedad. Pero primero debo decir que aunque los síntomas y sentimientos que hay detrás de la depresión y ansiedad son similares, pienso que cada uno sufre de estos males a su manera, cada quien los asume a su manera; así que la depresión es personalizada y la ansiedad es personalizada.


Mi ansiedad puede comenzar sin previo aviso; aunque hay días desde que despierto que ya sé va a ser un mal día. Como hay días que todo parece normal y algún evento pequeño la dispara sin compasión; de modo que sé que mi paz interior es frágil y hasta la más leve briza la derrumba, como si estuviera haciendo equilibrio sobre el filo de un cuchillo filoso.
¿Cómo describir a mi ansiedad? Es estar pisando un charco con medias puestas.
Donde una conversación es un ruido molesto, una comida te sabe a algo que te puede enfermar, una pregunta se convierte en una acusación, el saludo de quien no has visto hace tiempo es el preámbulo de alguien que te quiere pedir un favor, un proyecto es un esfuerzo inútil que no te lleva a una meta, es solo pensar en lo desagradable que es estar pisando ese charco con medias puestas.
En los episodios de ansiedad siento un inmenso temor a todo lo que me rodea, un temor sin rostro, sin nombre, sin alguien persiguiéndome, una gran necesidad de lanzar un grito de miedo, de acelerar mi respiración porque me falta el aire a ratos; es ver las señales de una tormenta que quizás nunca llegue, pero temo que llegue.
La ansiedad entonces me aterra, me bloquea y me aleja de cualquier cambio que para bien o para mal la naturaleza misma de la vida debe llevar a cabo.

¿Cómo enfrento a mi ansiedad?

Es imposible enfrentarla, solo aparece y se va burlándose de mi. Aunque reconozco que hacer ejercicios de respiración ayudan un poco a pasar el rato.

¿Qué es lo peor de mi ansiedad?

Lo peor quizás sea no poder exteriorizar cómo estoy, significaría preocupar a quienes me rodean, una preocupación que se traduce en la reiterada pregunta: “¿cómo te sientes hoy?”. Esa pregunta es uno de los gatillos que disparan mi ansiedad (uno de los pocos que reconozco a tiempo). Es que puedo sentirme bien en ese momento, pero segundos después ya no, entonces la pregunta no tiene sentido; además, la pregunta suena a: “Ya que ahora que te sientes bien, seguro ya no te va a pasar más”. ¡Qué inocentes son algunas personas.