Pensamientos aleatorios

lunes, 16 de julio de 2018

Resaca emocional

Imagen tomada de: Bored Panda
Cepillarse los dientes es un acto reflejo automático, el día que lo dejas de hacer te sientes incómodo y buscas la manera de ir a resolverlo, sin mayores quejas, y una vez hecha la labor no volvemos a pensar en el asunto hasta la próxima vez que toque realizar ese trabajo de higiene dental.
Contrario a eso, luchar contra la depresión y ansiedad, ya sea tomando medicinas recetadas o siguiendo el paso a paso recomendado por profesionales en muchos libros y vídeos, jamás se vuelve un acto reflejo, siempre se siente como algo obligado, que fastidia. Es entrar una ola emocional que nos arrastra, nos hace golpear contra los elementos y nos deja salir un momento a respirar, para nuevamente hacernos tragar agua salada en un ciclo interminable. Una lucha que comienza en el mismo momento en que despertamos.
Hay períodos de frágil tranquilidad, donde todo parece estar apenas lo suficientemente bien, en el límite de volver a sentirnos mal por nada; bueno, cuando uno está mirando desde afuera, el sentido común nos habla y dice que todo aquello por lo que pasamos no tiene sentido, que las cosas no son tan malas; y, luego de varios días, sentimos el empujón que nos lanza a nuestro malestar de siempre, sin aviso, a mitad de un buen día quizás. Es en ese momento que todas aquellas estrategias antidepresivas pierden la cualidad de volverse una sana costumbre para seguir siendo acciones de lucha, lucha que agota y agobia.
Hace apenas un día, sentí tener la capacidad (no el valor, no, no era valentía), de hacer a la vez 5 cosas que disparan mi ansiedad: 1) salir de mi casa, 2) usar una silla de ruedas manual (la de motor la tengo dañada), 3) ir a una fiesta (por el ruido de la música, la gente hablando en voz alta y los niños divirtiéndose de lo lindo gritando a todo lo que sus gargantas pueden dar), 4) mucha gente en un espacio poco espacioso y 5) comer sopa (la sopa no está mal, pero a mí me gusta disfrutar de una buena comida, y una sopa no llena todo el espectro de experiencias culinarias disfrutables).
Pude manejarme bien durante la jornada anteriormente descrita, pero hoy amanecí con algo parecido a una resaca, resaca emocional; juro que no lo vuelvo a hacer, que es un esfuerzo inútil, que es demasiado enfrentar tantas cosas juntas… Pero juro en vano, sabiendo, para mi pesar, que “debo” repetir la experiencia cada vez que se presente la ocasión; porque la lucha no acaba por más veces que uno lo intente, la estrategia antidepresiva no termina convirtiéndose en una sana costumbre, sino que es una fastidiosa realidad.
Durante mi resaca emocional, me da por escuchar música, quizás comience con algo que no me traiga recuerdos de tiempos pasados. Los días que no aguanto la música, me toca ver una película emocionalmente neutral; es decir, de un tema que no me ponga más triste o que, por el contrario, sea una historia tan inspiradora que me den ganas de vomitar.
Seguro que para quien no sufre depresión y ansiedad, estas cosas no son mayor problema; pero, para quienes estamos enfermos emocionalmente, percibimos lo que nos rodea como algo muy grande que nos consume en un instante.
Luchar y no rendirse, que horrible frase.